jueves, 24 de septiembre de 2015

Poned señales altas,
maravillas, luceros;
que se vea muy bien
que es aquí, que está todo
queriendo recibirla.
Porque puede venir.
Hoy o mañana, o dentro
de mil años, o el día
penúltimo del mundo.
Y todo
tiene que estar tan llano
como la larga espera.
Aunque sé que es inútil.
Que es juego mío, todo,
el esperarla así
como a soplo o a brisa,
temiendo que tropiece.
Porque cuando ella venga
desatada, implacable,
para llegar a mí,
murallas, nombres, tiempos,
se quebrarían todos,
deshechos, traspasados
irresistiblemente
por el gran vendaval
de su amor, ya presencia.
Pedro Salinas 

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