lunes, 15 de junio de 2015

    La lágrima fue dicha.
    Olvidemos
    el llanto
    y empecemos de nuevo, ...
    con paciencia,
    observando a las cosas
    hasta hallar la menuda diferencia
    que las separa
    de su entidad de ayer
    y que define
    el transcurso del tiempo y su eficacia.

    ¿A qué llorar por el caído
    fruto,
    por el fracaso
    de ese deseo hondo,
    compacto como un grano de simiente?
    No es bueno repetir lo que está dicho.
    Después de haber hablado,
    de haber vertido lágrimas,
    silencio y sonreíd:
    nada es lo mismo.
    Habrá palabras nuevas para la nueva historia
    y es preciso encontrarlas antes de que sea tarde.
    Ángel González ( Publicado por Pilar Lucero Ramirez )

     

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