viernes, 12 de junio de 2015

    Hay tardes de domingo en que se sabe
    que algo está consumándose entre el cálido
    alborozo del mundo,
    y en las que recostar sobre la hierba
    la cabeza no es más que un tibio ensayo...
    de la muerte. Y está
    bien todo entonces, y se ordena todo,
    y una firme alegría nos inunda
    de abril seguro. Vuelven
    las estrellas el rostro hacia nosotros
    para la despedida.
    Dispone un hueco exacto
    la tierra. Se percibe
    el pulso azul del mar. "Esto era aquello".
    Con esmero el olvido ha principiado
    su menuda tarea...

    Y de repente
    busca una boca nuestra boca, y unas
    manos oprimen nuestras manos y hay
    una amorosa voz
    que nos dice: "Despierta.
    Estoy yo aquí. Levántate". Y vivimos.
    Antonio Gala

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