domingo, 14 de junio de 2015

Ay, los besos!
Quizás, no exista nada más íntimo entre dos personas que un beso, el beso, ese beso. En el acto de besar por primera vez a quien amamos, hay una suerte de somet...imiento, de aquiescencia silenciosa del hecho de dejar de pertenecernos. Lorca relacionaba con la lluvia el primer beso, yo lo siento en la memoria demasiado próximo al fuego; tal vez sea las dos cosas. En cada beso que damos desde el vértigo, nos rendimos a los designios de lo hermético, de lo que no sabemos ni queremos saber; de lo que nunca sabremos. Nos perpetuamos allí donde nos volvemos agua, aguacero. Acatamos el mandato de un impulso breve y misterioso que nos convierte inmediatamente en otros, en otras, en unos que continuarán transformándose en cada tacto de boca contra boca, de lengua buscándose en la sed y en la carne de otra lengua. Al besar, depositamos todo el cuerpo en nuestros labios, y todo lo que somos existe sólo en la tibia piel rosada que espera; pulsamos desde ahí buscando la infinitud que únicamente encontraremos en los labios del otro, de la otra. El instante de darnos está precedido de un relámpago, de una mirada sibilina que no quiere ver sino sentir la proximidad de lo que se ambiciona. “El mundo cambia cuando dos se besan”, dijo Paz, y el mundo no es otra cosa que esos dos, los que se besan. La completud de dos seres que se aman es imposible sin el beso y quererse no es más que besarse hasta rendirse. Cuando ya no hay sorpresa ni temblor en el instante del beso, algo sin dudas ha muerto. El hombre que besa a una mujer sin inflamarse, la mujer que besa a un hombre sin iluminarse, los que cometen el beso autómata, mecánico, el que se da porque sí o porque hay que darlo, el beso expirado, el vencido, el vendido, el comprado, el adquirido en altares y en juzgados donde se rubrican falsas eternidades, están cometiendo un crimen, una ignominia. Están suicidando una boca que busca más que un simple baboseo, que busca más que una erótica inyectada, que un bizcocho rancio, que una fotografía amarilla del enamoramiento. Cada vez que se besa sin pasión se comete un sacrilegio. Se está listo para la cárcel, la muerte, el hospital o el infierno.
M. Rivera-Garrido.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario