domingo, 19 de abril de 2015

    En una piedra está
    La paciencia del mundo, madurada despacio.
    Incalculable suma
    De días y de noches, sol y agua
    La que costó esta forma torpe y dura
    Que acariciar no sabe y acompaña
    Tan solo con su peso, oscuramente.
    Se estuvo siempre quieta,
    Sin buscar, encerrada,
    En una voluntad densa y constante
    De no volar como la mariposa,
    De no ser bella como el lirio,
    Para salvar de envidias su pureza.
    ¡Cuántos esbeltos lirios, cuántas gráciles
    Libélulas se han muerto, allí, a su lado
    Por correr tanto hacia la primavera!
    Ella supo esperar sin pedir nada
    Más que la eternidad de su ser puro.
    Por renunciar al pétalo y al vuelo,
    Está viva y me enseña
    Que un amor debe estarse quizá quieto, muy quieto,
    Soltar las falsas alas de la prisa,
    Y derrotar así su propia muerte.
    Pedro Salinas 

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