miércoles, 1 de abril de 2015

ELLA
Ella, siempre era ella,
y en ocasiones,
era ella, conteniendo...
una parte substancial de mí.

Entre otras cosas
me enseñó la cruel diferencia
entre unos dedos que acarician
la piel por rutina
y unas manos que se hunden
en el lugar preciso
donde algunos suponen
que se aloja el alma.
Más o menos,
la misma diferencia
entre vivir una noche
como si el mundo expirara,
o la madrugada en que
te mueres tú solo de nada
muy solo adentro de ti.
Se dejó ella en casa
mi vieja y negra camiseta
que usé como pijama.
Mi pantalón mezclilla
que usaba para pintar.
Y un zapato de cristal.
Voy a destrozar cosas
antes de que descarrile,
para que yo siga siendo yo,
excepto por el nombre
que ahora arrastro
anudado a la cintura.
Le dije que el primer beso
no se daba con la boca,
si no con la mirada.
Y ella me ha dejado
sus labios en una sonrisa
al borde de la taza del café.
Autor: Carlos Posadas
Reg. Las Gargolas No.-145,

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