jueves, 7 de mayo de 2015

    ¿Fue en las islas de las rosas,
    en el país de los sueños,
    en donde hay niños risueños
    y enjambre de mariposas?
    Quizá. ...
    En sus grutas doradas,
    con sus diademas de oro,
    allí estaban, como un coro
    de reinas, todas las hadas.
    Las que tienen prisioneros
    a los silfos de la luz,
    las que andan con un capuz
    salpicado de luceros.
    Las que mantos de escarlata
    lucen con regio donaire,
    y las que hienden el aire
    con su varita de plata.
    ¿Era día o noche?
    El astro
    de la niebla sobre el tul,
    florecía en campo azul
    como un lirio de alabastro.
    Su peplo de oro la incierta
    alba ya había tendido.
    Era la hora en que en su nido
    toda alondra se despierta.
    Temblaba el limpio cristal
    del rocío de la noche,
    y estaba entreabierto el broche
    de la flor primaveral.
    Y en aquella región que era
    de la luz y la fortuna,
    cantaban un himno, a una,
    ave, aurora y primavera.
    Las hadas ?aquella tropa
    brillante?, Delia, que he dicho,
    por un extraño capricho
    fabricaron una copa.
    Rara, bella, sin igual,
    y tan pura como bella,
    pues aún no ha bebido en ella
    ninguna boca mortal.
    De una azucena gentil
    hicieron el cáliz leve,
    que era de polvo de nieve
    y palidez de marfil.
    Y la base fue formada
    con un trémulo suspiro,
    de reflejos de zafiro
    y de luz cristalizada.
    La copa hecha se pensó
    en qué se pondría en ella
    (que es el todo, niña bella,
    de lo que te cuento yo).
    Una dijo: ?La ilusión;
    otra dijo: ?La belleza;
    otra dijo: ?La riqueza;
    y otra más: ?El corazón.
    La Reina Mab, que es discreta,
    dijo a la espléndida tropa:
    ?Que se ponga en esa copa
    la felicidad completa.
    Y cuando habló Reina tal,
    produjo aplausos y asombros.
    Llevaba sobre sus hombros
    su soberbio manto real.
    Dejó caer la divina
    Reina de acento sonoro,
    algo como gotas de oro
    de una flauta cristalina.
    Ya la Reina Mab habló;
    cesó su olímpico gesto,
    y las hadas tanto han puesto
    que la copa se llenó.
    Amor, delicia, verdad,
    dicha, esplendor y riqueza,
    fe, poderío, belleza...
    ¡Toda la felicidad!...
    Y esta copa se guardó
    pura, sola, inmaculada.
    ¿Dónde?
    En una isla ignorada.
    ¿De dónde?
    ¡Se me olvidó!...
    ¿Fue en las islas de las rosas,
    en el país de los sueños,
    en donde hay niños risueños
    y enjambres de mariposas?
    ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...
    Esto nada importa aquí,
    pues por decirte escribía
    que esta copa, niña mía,
    la deseo para ti.

     - Poemas de Rubén Darío

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