domingo, 8 de marzo de 2015

    Tú estás aquí. Ah tú no huyes.
    Tú me responderás hasta el último grito.
    Ovíllate a mi lado como si tuvieras miedo.
    Sin embargo alguna vez corrió una sombra extraña por tus ojos.
    Ahora, ahora también, pequeña, me traes madreselvas,
    y tienes hasta los senos perfumados.
    Mientras el viento triste galopa matando mariposas
    yo te amo, y mi alegría muerde tu boca de ciruela.
    Cuanto te habrá dolido acostumbrarte a mí,
    a mi alma sola y salvaje, a mi nombre que todos ahuyentan.
    Hemos visto arder tantas veces el lucero besándonos los ojos
    y sobre nuestras cabezas destorcerse los crepúsculos en abanicos girantes.
    Mis palabras llovieron sobre ti acariciándote.
    Amé desde hace tiempo tu cuerpo de nácar soleado.
    Hasta te creo dueña del universo.
    Te traeré de las montañas flores alegres, copihues,
    avellanas oscuras, y cestas silvestres de besos.
    Quiero hacer contigo
    lo que la primavera hace con los cerezos.
     Pablo Neruda

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