lunes, 27 de octubre de 2014

RECETA PARA NUTRIR A TU NIÑO INTERIOR


Tomar un poquito de cielo azul sin rastro de nubes. Deshilachar con mucho cuidado una nube, ni grande ni pequeña y mezclar suavemente cada hilito con una cucharadita de batir de alas de mariposas, de no tener a mano esto último se puede sustituir por las de colibrí, libélula, hada o deseo. Añadir dos pizcas de rumor de olas, secretos de caracola, calorcito de la mañana del que abriga el alma sin quemarla. Dejar macerar durante unos cuantos latidos preferiblemente inspirando suavemente y con los ojos cerrados. Cuando el brebaje comience a tornarse color sueño, añadir ruidito de hojas secas, unas cuantas huellas de niños, gnomos o duendes. Remover con paciencia y confianza mientras se espolvorea la masa con algunos trinos y gritos de niños a ser posible muy felices. En ese momento se añaden unas cuantas buenas historias y con un cuenta gotas tres lágrimas de emoción, siete de llanto limpio y once de compasión.
Cuando comience la ebullición y las burbujas de sueños salten, como canicas, por toda la casa, jugar a atraparlas una a una y sazonarlas bien con suspiros, dulces acordes y sonrisas al gusto. Ponerle noche para que quede bien equilibradito, pero no muy negra, sino azul índigo de cielo de una noche de verano con polvo de estrellas y asteroides, raíces de baobab y preguntas de principitos importadas, preferiblemente, de nunca jamás o del país de las maravillas.
Añadir sin mesura muchos recuerdos bellos de esos que nos transportan al mismo cielo, todos los que quepan.
Servir adornado con verde de hierba fresca aromado con olor de la misma recién cortada. No olvidar un toque de tierra recién mojada y vida recién parida.
Y tomarlo a sorbitos pero en buena compañía.
Es un plato delicioso y nutritivo, de digestión fácil e inmediata pero que siempre ha de ser compartido con todos aquellos que precisen de seguir soñando.
Teresa Delgado © 2013

No hay comentarios:

Publicar un comentario