viernes, 13 de febrero de 2015

    Perdió el temor y el nerviosismo (no sé si por cansancio, no sé si por aprecio), y comió serenamente de mi mano de degüellos y maníes. La paloma, sin embargo, tenía tu mirada, tu abultada discreción, tu mismo recelo de carnada aún no ofrecida. Comió, se ha dicho, de mi mano de caricias y de crímenes, a la vez que me nutría con su vuelo. Ignoro, niña lista, qué es lo que me ha hecho palomar en vez de lobo sin tu cuerpo. Probablemente, el recuerdo de tu risa en esta tarde de brea y de ladrillo.
    Flavio Crescenzi, poeta argentino

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