sábado, 1 de noviembre de 2014

    Cae la tarde. El roble, aislado ermitaño sin ermita, se yergue sobre el prado y su sombra se alarga hasta el infinito. Él, que nació para ser bosque, vive recl...uido en su huraña soledad. Imagino sus raíces que buscan raíces, sus ramas que buscan ramas, su aliento que busca sin hallar otros oídos y otras almas. Nadie le disputa el sol, pero ya no aguanta su ahogante soledad. El Rey entre el pasto bajo, abstraído, contemplando la tarde que se extingue. Otra tarde, otro año, otro siglo vivido en el destierro.
    ¡Qué suplicio la soledad, si no se elige!
    Juan Goñi.

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