miércoles, 4 de mayo de 2016



¡Ah, cuando una muchacha irrumpe, cuando irrumpe
de veras, cómo avanzan los siglos y se ponen
azules las miradas y se alongan los niños sin refugio
para ver cómo brilla en medio de la plaza,
en medio del asombro que sacude el ahora libre espíritu,
el orgullo de ser tan propiamente bautizo y comunión de una certeza,
llama que alumbra el corazón cansado,
denuncia y convicción, metal y roca.
Una muchacha quema el aire putrefacto con su fuego de añil
desde lo hondo, desde lo más profundo, desde el centro
cordial donde se juntan la base de los sueños con la altura.
Nada puede aplacar la fuerza primitiva,
nada entre la pared y el horizonte,
nada entre la pasión y las raíces;
mientras la fiebre arde en los ojos de la muchacha
que ríe llora gime y desespera,
¡y quién no desespera en una noche así!
Ah, cuando una muchacha irrumpe,
cuando irrumpe de veras desde el núcleo
mientras la fiebre fulge en sus ojos
y la ceniza cubre su pelo ensortijado
y se deja caer y siente que le sale
la vida a borbotones y mientras arde pide la palabra.
José Miguel Junco Ezquerra

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