domingo, 15 de mayo de 2016

Armando Tejada Gómez
    Vengo de ser país. Del viento vengo. Pasé y pisé la sal de la distancia. Traigo horizonte el corazón y traigo un silbo golondrina en la esperanza. He visto el r...ostro madre de la tierra, la leña bruja donde el sueño arde cuando la noche de los pobres crece como una ardiente rebelión del aire. Vuelvo desde lo hondo de mí mismo después de haber oído el grito macho quebrarse en el alcohol, hacerse polvo sollozando el golpeado desamparo. Vengo de ser país. Traigo este rostro tallado a la intemperie y estas manos ejercitadas en el viejo oficio de la vieja ternura y el trabajo. Digo que tengo vela en este entierro, sombra en la tierra y perro que me ladre. Me llamo Pedro, como cualquier Pedro inmemorial y hueso y piedra y padre.
    Es por eso que quiero y digo quiero con una urgencia vertical clamando: sitio de patria para el cielo mío, cielo en el sitio de la patria que ando. Quiero… ¿Cómo diré? Quiero la mano, dar la mano a la mano por la sangre y jurarse debajo, en las raíces, no soltarse las sangre ni las manos. Porque por las roturas y el olvido repta la muerte su culebra pálida y un odio espeso de aire muerto cruza degollando la flor con frías ráfagas. Por eso quiero que las manos junten el amor en un puño y no lo suelten sino para sembrarlo en lo más pueblo de este país que somos, hondamente.
    Eso quiero a la hora de quedarme, maduro ya de polen y caminos mientras crece a lo árbol la esperanza y el corazón navega entre sus ríos. Anduve y trabajé. Ahora canto todo lo caminado y aprendido. Pero no canto solo, en mi guitarra todos los días se despierta un niño.

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