martes, 8 de abril de 2014

¡Cuán bello es ese fulgor en esos ojos!
Cuán hermosa es esa luz, que ni la incandescencia
de toda la brasa en las profundas fauces del tártaro,
podría igualar su divinidad e hipnótico fulgor.

¡Oh Dios!
¡Cuánta luminiscencia!
Cuántos destellos que como flechas
disparan por millones los arcos
de sus oscuras pupilas dilatadas,
que cuando atinan al blanco,
dejan al alma petrificada.

¡Oh Dios!
¡Cuán bella es esa luz!
Luz perpetua y celestial
que irradian sus bellos
ojos, grandes y redondos,
abismales y vertiginosos;
delirantes e hipnóticos,
con efectos hechizantes.

¡Esa luz en sus ojos!
Ese titilante resplandor
de esas dos esferas
dotadas de magia negra:
¿cuántos de los que te han mirado,
dormitan para siempre en sus tierras?
Hacia allá también voy yo,
como un poseso,
como un suicida,
tras su trémulo
fulgor.

Rourke Boada
                                El club de los poetas muertos...

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