viernes, 6 de noviembre de 2015

¡Porque ella huyó, con toda su belleza,
dejándome un jirón inmaculado
de su divina veste. Con tristeza
alcé los ojos: mudo y desolado
estaba el firmamento; ni una estrella .
en el vasto negror anubarrado
Solamente la rápida centella,
de cuando en cuando, al traspasar la bruma,
dejaba azul y fugitiva huella.
Yo, compungido, al ver que, como espuma,
disipándose había aquella maga,
cuyo recuerdo sin cesar me abruma,
saqué otra vez la deslumbrante daga...
mas temblé de pavor... Lanzó un gemido
mi pecho -copa en que el dolor se embriaga.
y angustiado grité: -Tú que escondido
un tesoro de amor para mí guardas!
¡Tú, que me ofreces en tu seno un nido,
¡Ven! No vaciles. ¡Vuelve! ¿Por qué tardas?
Julio Florez

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