jueves, 4 de mayo de 2017

    ¡Ah, cuando una muchacha irrumpe, cuando irrumpe
    de veras, cómo avanzan los siglos y se ponen
    azules las miradas y se alongan los niños sin refugio
    para ver cómo brilla en medio de la plaza,
    en medio del asombro que sacude el ahora libre espíritu,...
    el orgullo de ser tan propiamente bautizo y comunión de una certeza,
    llama que alumbra el corazón cansado,
    denuncia y convicción, metal y roca.

    Una muchacha quema el aire putrefacto con su fuego de añil
    desde lo hondo, desde lo más profundo, desde el centro
    cordial donde se juntan la base de los sueños con la altura.
    Nada puede aplacar la fuerza primitiva,
    nada entre la pared y el horizonte,
    nada entre la pasión y las raíces;
    mientras la fiebre arde en los ojos de la muchacha
    que ríe llora gime y desespera,
    ¡y quién no desespera en una noche así!
    Ah, cuando una muchacha irrumpe,
    cuando irrumpe de veras desde el núcleo
    mientras la fiebre fulge en sus ojos
    y la ceniza cubre su pelo ensortijado
    y se deja caer y siente que le sale
    la vida a borbotones y mientras arde pide la palabra.
    José Miguel Junco Ezquerra

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